1977: crecimiento y boom libertario



“En 1977 las expectativas de crecimiento parecen augurar un buen futuro... la CNT busca su papel. La tónica general en estos primeros meses de funcionamiento va a caracterizarse por un movimiento pendular; por un lado la lógica intervención en distintos conflictos laborales... Frente a estas expectativas de crecimiento sindical, las discusiones y enfrentamientos internos van minando la moral de los afiliados,...”[8]
Miles de personas acudieron a los mítines de San Sebastián de los Reyes (marzo) y Montjuïc o a las Jornadas Libertarias de Barcelona (julio) Algunas luchas y negociaciones protagonizadas por la CNT tuvieron una amplia repercusión mediática y sindical. Y, según las cuentas (difíciles de demostrar) del Pleno Nacional de Regionales de septiembre, la Confederación tenía 120.000 afiliados.

Para Zambrana[9], el mitin de Montjuïc (aunque considera que fue una ocasión perdida), las Jornadas Libertarias Internacionales y la intervención social urbana a través de los Ateneos Libertarios fueron los elementos centrales para trasladar el discurso libertario a la sociedad y, especialmente, a los jóvenes.

Pero, según Torres Rayan[10], el problema del modelo organizativo no resuelto (sindicato o movimiento) se subrayó aún más en 1977 con el llamado “boom libertario” que coincidirá en el tiempo con el reflujo de la lucha obrera y los Pactos de la Moncloa, la imposición definitiva de la reforma política sobre la ruptura y el principio del desencanto.

Mientras en muchos sindicatos cenetistas se institucionalizaban las asambleas ideológicas, el sector sindicalista daba prioridad a la actuación en las empresas y, en especial, a la negociación colectiva (“claves en el contexto del debilitamiento de la lucha obrera”) y a los comités de empresa. Esta tendencia más pragmática comenzó a dar resultados a finales del 77: “dinámica sindical mucho mayor y fundación de algunos sindicatos nuevos y más dinámicos”. Entre tanto, la FAI había iniciado una fase de control en el ámbito estatal que había dado sus frutos en Madrid y el País Valencià.

En plena euforia cenetista, el año finalizaría con dos medidas de amplio espectro: los Pactos de la Moncloa (octubre) y el nuevo modelo de representación sindical (diciembre)

El modelo organizativo

Torres Rayan[11] sostiene que en el proceso de reconstrucción de la CNT colisionaron dos conceptos o interpretaciones del movimiento libertario y del movimiento sindical: “las fuerzas que se habían identificado con el anarquismo desde los años 70 en España, al margen de la CNT, y las fuerzas apoyadas por la organización exiliada de Toulouse”. La ambigüedad de la reconstrucción dio al exilio la oportunidad de ejercer su influencia sobre la CNT aunque “las fuerzas de la ‘nueva’ CNT excedieron en mucho el peso de los aliados del exilio”.

En enero de 1977, medio centenar de personas fueron detenidas por la policía en Barcelona bajo la acusación de pertenecer a la FAI. Estas detenciones y su vinculación a la CNT provocaron una primera salida de afiliados y un fuerte debate entre quienes planteaban la defensa incondicional de los detenidos y quienes querían distanciar a la CNT de estas actuaciones, “... la violencia de estas luchas causó un impacto tremendo sobre la composición de la CNT de Catalunya, con la salida de militantes sindicales experimentados, que fueron sustituidos por el elemento pasota-ácrata”[12].

Años después, Edo acusaba a los más puristas de estar detrás de los hechos “... que la CNT volviera a ser una organización amplia y con prestigio entre los trabajadores... hubiera supuesto mayor dificultad para quienes... su obsesión fue la de controlar y dirigir la CNT,..., montan precipitadamente la reconstrucción de la FAI … se les pasa por alto la convocatoria en la reunión de un conspicuo confidente de la policía. No importa, ya correrá la CNT con la solidaridad necesaria… Hay que radicalizar las acciones en las que intervenga la CNT para sacar a los reformistas de los comités”.[13]

En un artículo sin firma[14], donde se ve la mano del secretariado de Catalunya, se afirmaba que la CNT no era una organización específicamente anarquista ni tampoco un sindicato únicamente reivindicativo, y la definían como anarcosindicalista. Rechazaban cualquier tipo de dogmatismo y se mantenían distantes de otras organizaciones próximas (en velada referencia a la FAI) para defender la autonomía de la organización: “La CNT… debe seguir levantando la bandera de la autonomía de clase por ser consustancial con ella misma y una exigencia del movimiento obrero que no acepta mediatizaciones”.

En la misma línea[15] se planteaba la adecuación de las estrategias y tácticas de la organización a la sociedad del momento: el pacto social, la representación por delegados, las reivindicaciones inmediatas,... Ante la diversidad humana e ideológica que convivía a la CNT (“Desde los sindicalistas conscientes hasta los folklóricos de la bandera negra y la A pintada en el culo, sin olvidar los marxistas libertarios, los ‘pasaos’ de Ajoblanco, los malos copistas del situacionismo, algún ex-MIL en vías de regeneración, una cierta gauche anarco-divine, los exiliados que han parado su reloj en el 36, etc.”), se llegaba a la conclusión que estos elementos no podían dar la imagen pública de la CNT, se pedía la combinación de libertad individual y autodisciplina organizativa para construir una organización seria y creíble para los trabajadores y se consideraba que la reconstrucción de la FAI era contraproducente.

A la defensa de la facción ortodoxa del exilio y de la FAI, como específica anarquista y grupo de presión en la CNT, se unieron las voces de quienes consideraban que el modelo organizativo sindical estaba trasnochado y no permitía recoger a las nuevas fuerzas potencialmente revolucionarias representadas por los sectores más marginales. Esta tesis de la organización global o globalista encontró eco entre los llamados pasotas, algunos sectores jóvenes y los más desclasados o sin realidad sindical. No obstante, hicieron buenas migas con los defensores de la ortodoxia.

Rivera[16] señala que las diferencias insalvables sobre modelos organizativos eran producto de la confluencia de “bases obreras clásicas, tradiciones autonomistas, renovadores libertarios y jóvenes atraídos por una ideología difusa... y preocupados más por cuestiones vivenciales o (contra)culturales que clasistas o sindicales” Estos modelos fueron: el sindicalista revolucionario (de base sindical, cuya estructura territorial permite intervenir socio-políticamente), el consejista (que primaba el asambleismo y consideraba el sindicato un “obstáculo” para la espontaneidad de la clase obrera) y el integral o globalista (que consideraba que el individuo explotado y marginado era el nuevo sujeto revolucionario y que la CNT debía tener una estructura más flexible para incorporar sectores de los movimientos sociales y marginados, en las mismas condiciones que los sindicatos de sector)

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